viernes , 19 abril 2024

Construir, destruir, deconstruir, reconstruir – Albert Poveda

Cuando un grupo de personas se reúnen para constituir cualquier tipo de asociación de un modo u otro empieza la construcción colectiva de una serie de relaciones internas y externas. Relaciones entre los miembros del grupo, y por supuesto con el entorno más cercano. Podemos concluir por tanto que la constitución de una foguera, como una asociación más, tiene un alto porcentaje de construcción.

Esa organización desde el minuto uno de su funcionamiento va tejiendo una serie de relaciones que constituyen el alma de la foguera. Cómo se organizan, qué defienen, de dónde vienen sus miembros, cuántos vecinos están implicados y qué persiguen nos dicen mucho de una foguera, y aquello que van a construir en el futuro.

Dentro de este paradigma de creación y relación continúa con el entorno no podemos negar que los últimos siete años han sido los más difíciles que se recuerdan para el conjunto de la sociedad española, con una pérdida continúa de nivel adquisitivo de la clase media, transformándose ésta en una especie de sociedad “low cost” donde las prioridades de muchos han ido adaptándose a las necesidades básicas vitales, osea comer y pagar las facturas.

Esta transformación social tiene su aplicación en muchos ámbitos de la vida, y  por supuesto en el de las relaciones y los grupos sociales. Una vez explicado el contexto creo que conviene bajar un poco más al caso de estudio. ¿Sobrevivirán todas las hogueras que hoy en día existen en nuestra ciudad a dicha transformación social? Pues sí y no, o no y sí.

Me explico: si lo que pretendemos salvar es su historia, su pasado, o dicho de otro modo, el conjunto de construcciones que se han ido generando a lo largo de sus años de existencia, diría abiertamente que sí, que dicha tarea no sólo es fácil de conseguir, sino que se me antoja necesaria. Pero si lo que se quiere es mantener vivas, aunque sea con respiración artificial, asociaciones que no disponen de la masa crítica suficiente para existir, el resultado será desastroso y de consecuencias inciertas.

Creo que estoy autorizado a hablar sobre este asunto, tanto en cuanto como presidente de la Foguera Pla del Bon Repòs en el año 2013 asumí una fusión con la Foguera La Goteta, el resultado de aquello fue la fundación de Pla del Bon Repòs-La Goteta. No fue una fundación al uso, no realizamos una construcción desde cero. Planteamos una deconstrucción de dos fogueres, con sus historias, sus fobias, sus filias, sus relaciones para poder proyectar una reconstrucción. No fue fácil, pero mentiría si dijera que fue difícil. Solo es cuestión de actitud para salvar todo aquello que merece ser salvado, la memoria de los otros.

En la mano de todos aquellos que se encuentren en serias dificultades está apostar por ese modo de actuar, de deconstruir y salvar los muebles para reconstruir su asociación con criterios de viabilidad y futuro. En esta vida le tenemos demasiado apego a cosas que no tienen realmente importancia. Lo importante siempre es la esencia, no la materialidad.

Espero que estos años de destrucción del estado del bienestar y de las economías familiares no dejen demasiados muertos en la cuneta, porque heridos realmente estamos todos. Desde el punto de vista de nuestra fiesta se debe proponer una reflexión colectiva para superar viejas rivalidades que no llevan a ningún sitio.

Quiero cerrar este artículo con una anécdota a modo de reflexión. Hace tres años cuando asumí la presidencia de Pla del Bon Repòs-La Goteta asistí en Valencia a mi primera ofrenda de flores, ya que La Goteta llevaba muchos años hermanada con una falla valenciana. Cuando acabamos el desfile cruzamos la pasarela peatonal que separa las torres de Serrano del otro lado del río, donde planta nuestra falla, y en ese momento nos cruzamos con una falla que se dirigía orgullosa a desfliar. El joven que portaba el banderín lo alzaba de forma desmedida, para mostrar a Valencia entera la cantidad de menciones en modo de medalla que llevaba el banderín. Era una falla que había batido todos los récords habidos y por haber, que había pulverizado marcas. Era Nou Campanar. Quien me iba a decir a mí que tres años después cuando llegue marzo nosotros volveremos a cruzar la pasarela peatonal sobre el antiguo cauce del Turia mientras el único que recuerdo que queda de Nou Campanar es un cartel de “Se Alquila” en la que fue su antigua sede.

 

Albert Poveda

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