viernes , 29 marzo 2024

Te sienta tan bien que te consideren la pequeña… – Fran Martínez

FranDicen que las cosas hay que dejarlas reposar, mirarlas desde la distancia, antes de valorarlas, para así no dejarte llevar por pasiones o sensaciones ocasionales del momento. Por eso he dejado pasar unos días antes de hablar del pasado fin de semana, o del pasado domingo concretamente.

Nacía allá por el año 2006 la que entraría a forma parte de nuestras vidas como “la única”. Llegaba al mundo artístico con la finalidad de ser esa oportunidad que parecía resistirse a comisiones sin grandes recursos humanos para llevar a cabo varios espectáculos, y mantener así su ilusión e implicación en el certamen. La recién nacida no iba ni mucho menos a venir con un pan bajo el brazo. Parecía que su destino iba a ser sustituir a la titubeante modalidad de juveniles, y no tardó en despertar los recelos de sus hermanas mayores.

Los locos por este concurso (entre los que me incluyo), entendiendo “loco” por el que disfruta viendo, participando, opinando, recordando y valorando esfuerzos, pero también tiene claro que, siendo un concurso importante del ejercicio, no es más que un accesorio que no debe llevarse más protagonismo del necesario, no conseguimos entender a la primera la finalidad de esta aparición repentina, y no se valoró en un principio lo que iba a suponer.

“La única” parecía convertirse a priori en un bote salvavidas, en una especie de ghetto en el que alguna foguera, cuando no cumplía el requisito para el que parecía creada la modalidad, era señalada con el dedo. Todos teníamos el rasero para medir quién podía y quién no podía participar, quién tenía suficientes niños, quiénes eran demasiados adultos, quiénes iban “sólo buscando el banderín”,…

No parecía fácil que se ganara el prestigio en ese caldo de cultivo. A eso se le suma que siempre es la modalidad que abre el certamen y que tiene menos tiempo de ensayo, que después de varios tumbos por las finales se acomoda en el domingo, tras dos días de finales “intensas”,  con el cansancio acumulado que eso supone,… y es fácil que, puestos a descartar como público, se descarte la nueva, la que acaba de llegar, la que aún no se ha ganado el cariño que tienen las modalidades de 28 años; por las que casi todos hemos pasado, y guardamos sentimentalismos e idolatrías.

Tras lo vivido el pasado fin de semana, se confirma lo que llevo observando de unos años para acá. “La única” está dándole nueva vida al concurso, un poco de aire fresco donde ya empezaba a oler a cerrado, y no, no me refiero únicamente a frescura artística, la cual nunca está claro si hay que valorarla dentro del año en curso, o dejarse llevar por las ediciones anteriores y el “esto ya se ha hecho”. Muchas comisiones genuinamente «únicas» y algunas de esas «invasoras» han derrochado ingenio y saber hacer en todos estos años, a la altura de otras modalidades, y por encima, y por debajo. Pero de una forma u otra han ido configurándola y dandole un atractivo singular, y se han sentido cómodos en ella, y la han disfrutado y nos han hecho disfrutar.

Lo que distingue a esta modalidad no ocurre sobre las tablas, sino detrás y debajo de estas. El ambiente que se respira entre actuantes, y entre el público en general, es diferente, es distendido, es el de los mejores años del concurso. Se perciben las ganas de pasarlo bien, de superarse a ellos mismos, (distinto de superar al otro, aunque como en todo concurso se quiera ganar) y de hacer ver que todos esos “peros” no son más que infundados, y que la Única, sea A o B, vengan por necesidad, por descanso o por probar, está viva, es fuerte y se ha ganado su hueco a pulso.

El domingo en el Pitiu volvieron a sentirse esas sensaciones. Actuaciones dinámicas, montajes de gran resultado, expectación de público y actuantes ante cada actuación, sin distinción, sin especial atención a unas u otras; y un pabellón lleno hasta la bandera, de principio a fin, con el público sin moverse de su silla, y con aplausos para todos los que formaron una gran final de certamen, donde se recuperó esa complicidad entre grada y técnicos de sonido, con cánticos y bailes durante la deliberación, como debe ser, porque es el momento de eso, de celebrar el trabajo con todos. Para ponernos agónicos ya están los minutos finales, en los que el cuerpo ya reaccionará como buenamente pueda, o quiera.

Los románticos del concurso suspiran por aquellos años, por aquellos números, por aquellas comisiones y por aquel tiempo tan feliz; y no sé por qué no podría esta nueva modalidad dar todo aquello. La combinación de niños, jóvenes y adultos, que al fin y al cabo es lo único que las diferencia hoy día, no tiene porque ser un handicap, sino un punto añadido de riqueza.

La esencia del concurso artístico apareció el domingo, como cada año últimamente, y eso es una buena noticia. No cambies nunca, pequeña, tú sigue jugando y disfrutando, mientras los mayores hablan de sus cosas…

 

Fran Martínez

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